lunes, 21 de febrero de 2011

Carta Abierta de Pastoral Indigena, Panama




Coordinadora Nacional de Pastoral Indígena (CoNaPI)


Conferencia Episcopal Panameña


Panamá, República de Panamá




“Tengan vida en abundancia”


(Juan 10:10)



Carta abierta a los católicos panameños


y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en nuestro país.




Panamá, 20 de febrero de 2011.



Queridos hermanos y hermanas:



El anhelo más profundo que tenemos los seres humanos es ser felices. Es lo que nos une a todos, sin excepción. Por eso queremos hablarles con el corazón, a católicos y no católicos, a creyentes y no creyentes, a indígenas y no indígenas.



Quienes firmamos esta carta hemos recibido el regalo de Dios de trabajar por y acompañar a los pueblos indígenas en Panamá. Son “minorías”, es cierto, pero enriquecen con sus riquezas la multiculturalidad que conforma nuestro país. Con ellos y por ellos hemos hecho nuestra opción y desde ella, hablamos.



Durante años de convivencia y de escucha, hemos aprendido a apreciar, querer, respetar y amar, lo que hoy se conoce como medio ambiente, pero que los pueblos originarios llaman sus tierras, sus bosques, sus ríos. Decía un argar kuna:



“Salvar a la Madre Tierra significa salvarnos como personas, como pueblo… Debemos hacer del dolor de nuestra Madre Tierra, nuestro dolor y nuestra acción” (“Tierra de todos, tierra de paz”, N° 14.7, 1988).



Nuestro destino, no sólo el de los pueblos originarios, está unido y marcado por lo que hagamos o dejemos de hacer con ese medio ambiente.



“Es necesaria una alianza entre el ser humano y el medio ambiente… El desarrollo auténtico e integral tiene su centro en la caridad… La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad… Trabajar en esto es exigencia de justicia y caridad” (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, 7, 19, 23, 48, 50).


Desde hace un buen tiempo, hemos sido testigos de la codicia de unos cuantos que no ven en las tierras-ríos-bosques más que un objeto para conseguir dinero. En los territorios habitados ancestralmente por los indígenas y en el resto del país se han construido grandes hidroeléctricas, se han abierto (o se han intentado abrir) minas “a infierno abierto”. Todo esto, más que traernos desarrollo, ya nos está dañando, nos está haciendo sufrir.



Estos proyectos (actuales o futuros) nos están dividiendo, distanciando, haciendo desconfiar profundamente unos de otros, han abierto heridas difíciles de cerrar.



Creemos en el diálogo, pero que sea basado en el respeto, con una verdadera participación, que tenga como base la aceptación de nuestras diferencias culturales, e incluso políticas. Un diálogo que tenga como objetivo fundamental la Vida en abundancia para todos.



Nuestros destinos están unidos inexorablemente, no podemos separarnos en provincias y comarcas, tenemos que trabajar juntos, sin divisiones, aceptando el pluralismo, incluso pidiéndonos perdón, construyendo un mejor país para todos, sin distinción. A esto invitamos a nuestros hermanos y hermanas.



Es importante que atendamos a las actitudes de Jesús: su invitación a la compasión y la misericordia (Lucas 6:36; 10:30-36; 15:11-32); al igual que a sus palabras bien claras sobre las divisiones que hacemos los seres humanos y que no nos permiten ni siquiera ser más humanos (Lucas 16:19-31). Que estas actitudes y palabras sean nuestro norte, nuestra guía.



Ésta es nuestra fe, ésta es nuestra vocación: Estaba sufriendo, hambriento, preso, perseguido… y ustedes me apoyaron, me acompañaron, me defendieron, estuvieron conmigo… (Mateo 25:31-46).



¡Que el Dios que es Padre y Madre de todos los pueblos nos bendiga!




+ Fr. Aníbal Saldaña Santamaría, oar obispo de Bocas del Toro


P. Carlos de la Cruz, osa por diócesis de David


P. Freddy Ramírez B., cmf por diócesis de Colón-Kuna Yala


P. Félix de Lama A., cmf por arquidiócesis de Panamá


P. Niscasio Miranda por diócesis de Santiago


P. José T. González, oar por Prelatura de Bocas del Toro


P. Jorge Sarsaneda, sj secretario

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